A sus 24 años, con su propia agencia de marketing, el apoyo de sus amigos y unas cuantas prendas de valor, Monica DiWhisky se monta en sus tacones de 7 centímetros y sale a marcar cada uno de los escenarios que promueven el drag en Bogotá.
Desde pequeño, Nicolás encontró una relación íntima hacia la figura femenina y la moda. Con parientes de descendencia italiana, fue influenciado sobre lo que sería una década después, su personaje drag. Al cumplir 18 años, decidió que era hora de hablar sobre su orientación sexual con su familia y finalmente, un año después, abandonaría su hogar para así poder cumplir sus sueños y libertades.
Monica; así, sin tilde, surgió bajo un experimento con sus mejores amigos. Una peluca de disfraz, un maquillaje inexperto y una extremada elegancia fueron suficientes para que Nicolás, frente al espejo, tuviese una conexión inmediata con lo que hoy en día él llama su álter ego.
“El drag es una forma de entretenimiento, es una forma de liberarme, pero además de todo, es un hobby, una pasión y un arte”. Por lo general, el proceso de transformación tarda por lo menos 4 horas, y según él “eso es algo que la gente no ve o admira”. DiWhisky no espera que sus presentaciones sean monetizadas aún, pero sí desea que la sociedad de un vistazo, y con tolerancia, hallen en este performance una forma de arte digna de ser apreciada. Así presenta Monica el drag a la sociedad:
Por Juan Flórez